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kloi (19K) Los Empalaos

¡ Quédate quieto ! ¡dejémosle pasar !. Va acompañado de su familia. Detrás va alumbrando con un farolillo un Cirineo, pero el que sigue los pasos es un Nazareno con una pesada cruz. Ya han pasado. Pero en el aire flota el olor a penitencia, a dulce llaga de una soga... pero sobre todo a respeto por una tradición.

Durante la noche que va del Jueves Santo al Viernes Santo, hacia las 12 de la noche, por las calles de todo el pueblo se congregan valverdanos y forasteros, para presenciar el paso de los empalaos en su Via Crucis penitencial.

Éstos transitan silenciosos, acompañados por el único ruido que producen las bilortas de sus brazos, mientras el oculto cirineo, su inseparable acompañante en oscuridad de la noche, le alumbra el camino entre las regueras de las empedradas y empinadas cuestas del pueblo. Tras él, un nutrido séquito de familiares, amigos y desconocidos seguirán sus pasos.

Estos penitentes son hombres que en algún momento de su vida hicieron la promesa de vestirse de empalao; en el caso de los más jóvenes esto representa en ocasiones una dura prueba, y un sin vivir para las madres. Una vez ha llegado el Jueves Santo, a una hora determinada por el penitente, éste se reúne en una casa particular o en una "ramá", con un conjunto de hombres de confianza para él y de gran experiencia a la hora de vestir a penitentes como empalaos. Sus conocimientos son de vital importancia, ya que de ello dependerá que la soga que se le enrolla y otros elementos que porta, no inflijan graves daños en la piel desnuda del empalao.

Al penitente, que se presenta desnudo y descalzo ante estos hombres, se le pone la primera de las prendas, una saya blanca, ajustada a la cintura que oculta sus vergüenzas, hecho esto, el empalao flexiona los brazos sobre la cabeza y comienza la parte más importante del largo proceso, liar una basta soga alrededor del pecho. Vuelta a vuelta hasta casi las axilas, intentando no pellizcar la carne del empalao ni dejar espacios, ya que esto supondría la aparición de hematomas y rozaduras por el movimiento y la presión ejercida tras todo el Via Crucis.

Una vez cubierto el tórax el penitente pone los brazos en cruz, y sobre los hombros se le pone un madero ( antiguamente era el madero de un timón de arado ) que será sujeto a los brazos del empalao con la misma soga hasta las manos.

Hecho esto, mientras unos hombres terminan las ataduras de las manos, otros fijan en la espalda dos grandes espadas cruzadas.

Le cubren la cara con un velo blanco, y le colocan sobre la cabeza una corona de espinas.

A estas alturas, lo único que falta es anclar a la altura de los codos, tres bilortas de hierro de los arados, las cuales, cuando estén en movimiento producirán un tintineo que acompañará al empalao durante las diferentes estaciones del Via Crucis.

Sin espear más tiempo el cirineo -que toma su nombre del Simón de Cirene evangélico- abre al empalao las puertas de donde lo han estado vistiendo y él sale a recorrer el Via Crucis.

El cirineo, tapado con una manta para evitar ser reconocido, alumbrará y guiará al empalao en caso de desconcierto, y en el peor de los casos si este pierde el equilibrio o tropieza y cae al suelo, le ayudara a ponerse de nuevo en pie para que siga su camino.

Avanza entre calles y callejuelas, plazas y poco a poco va consumiendo las estaciones del Via Crucis. La ermita, el castillo, la iglesia... En su camino se cruzará con otros penitentes, empalaos y nazarenas (mujeres penitentes), momento en que ambos se arrodillaran frente a frente, para erguirse de nuevo y seguir su camino.

Una vez terminado el Via Crucis, el empalao retorna al lugar donde fué vestido, para ahora ser desnudado. Las hábiles manos de los hombres le quitan sin tiempo que esperar al ya fatigado empalao, las bilortas y las espadas para desliar rápidamente la soga que cubre brazos y pecho.

Cuando el penitente está libre de la soga, se le revisa la piel y se le dan friegas con alcohol de romero para activarle la circulación de la sangre.

Éstos son los empalaos, y ésta es la sorprendente y ancestral Semana Santa de Valverde de la Vera.

Origenen
El origen de los "empalaos" de Valverde de la Vera es confuso. El libro más antiguo que se conserva de la Cofradía de la Pasión, que era la de los hermanos "empalaos", es del año 1600. Sin embargo, con anterioridad a esta fecha, el emperador Carlos V, retirado en el Monasterio de Yuste, próximo a Valverde se había referido al sufrimiento de estos penitentes; lo que demuestra que su origen es mucho más remoto. Se trata, pues, de una tradición secular que se repite puntualmente cada noche de Jueves Santo.

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Autodeterminación

El derecho de libre determinación de los pueblos o derecho de autodeterminación:es el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad.

La libre determinación está recogida en algunos de los documentos internacionales más importantes, como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.

También numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU hacen referencia a este principio y lo desarrollan: por ejemplo, las resoluciones 1514 (XV), 1541 (XV) ó 2625 (XXV).

Es un principio fundamental del Derecho internacional público y un derecho de los pueblos, que tiene carácter inalienable y genera obligaciones para los Estados. Incluso, de acuerdo con muchos autores, la libre determinación ha devenido norma de ius cogens.