Una vez regresaron al pueblo Gerardo tuvo suerte porque dos primas hermanas suyas estaban casadas con falangistas llamados Julián y Manuel. Gerardo acompañado de Julián llegó a Cáceres para incorporarse a filas. Era tal su rechazo al fascismo que se provocó una dolencia intestinal a causa de no ir al baño, estando ingresado en el hospital varias semanas. Cuando le dieron de alta volvió de nuevo al cuartel. El final de la guerra lo vivió con todo el dolor de su corazón por no haber podido defender su adorada República.

Cuando Gerardo regresó a su pueblo fue poco a poco acercándose a la guerrilla. Conoció al “Francés”, jefe de la guerrilla, que le encargó ser enlace, aprovechando que Gerardo había sido contrabandista y tenía buenas dotes de comunicación para captar a gente para la causa guerrillera. Cumplió ese objetivo por todo el norte de Cáceres. En enero de 1945 entró plenamente en la guerrilla y allí permaneció hasta 1949. Las primeras acciones que realizaron fueron en Santa Cruz de Paniagua: detuvieron a 6 personas y exigieron por su libertad 84.000 pesetas.

El golpe más duro para Gerardo fue la muerte de “Francés” en un momento muy complicado para la guerrilla. Se produjo en Serradilla a finales de julio de 1946. Tras esa pérdida se incorporó un nuevo jefe de la guerrilla: “Fabián”. Con esta incorporación cambiaron un poco su política e iniciaron las incursiones en poblaciones. Ante el acoso de la Guardia Civil, decidieron abandonar las sierras del norte de Cáceres y trasladarse a la sierra de San Pedro, aunque Gerardo se mostraba disconforme con esa idea.

Una vez establecidos allí tuvieron un combate con la Guardia Civil. Fue un 12 de enero de 1947, era domingo, dos compañeros habían decidió hacer una hoguera debido a que había estado lloviendo todo el día. Gerardo se pasó toda la noche despierto y por la mañana temprano avisaron que estaban los guardias muy cerca, salieron corriendo todos y él fue el ultimo debido a que iba pegando tiros. Se tuvo que esconder en un matorral y calcula que había unos 25 guardias disparándole. Escuchó a uno decir: “no se preocupe teniente que a Pinto me lo cargo yo hoy”. Sin embargo no fue así y consiguió escapar, viendo cómo a lo lejos había un montón de guardias sentados alrededor de una hoguera.