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kloi (19K) El Peropalo

"A ese que llaman judas y de nombre peropalo ha venido la sentencia que tiene que ser quemado". "El martes de carnaval matamos al Peropalo y, ahora que estamos cantando, paramos a echar un trago".

El Peropalo es símbolo de la libertad, de la alegría vital y de las fuerzas genésicas de la naturaleza, un festejo de gran belleza cromática y musical, ejemplo permanente de la identidad de un pueblo y, también, una muestra de la frágil condición humana.

Como cada año, la llegada del carnaval trae consigo al Peropalo, un pelele de tamaño natural que, en Villanueva de la Vera, es el protagonista del festejo. A lo largo de estos, días se celebran una serie de actos determinados por la tradición, trabados entre sí, que hacen del festejo del Peropalo una de las mejores muestras que se conserva, pese a las deformaciones que se han incorporado a lo largo de los siglos, de los muchos rituales agrarios de fertilidad que se celebraban durante el invierno en buena parte de la Europa prerromana. De hecho, de la conjunción de elementos de varios de ellos, articulados en algunas fiestas romanas, procede el propio carnaval, ya que la explosión de libertad en todos los órdenes que en estas fiestas paganas había fue reconducida por la Iglesia en la Edad Media, al agruparla en los días previos a la cuaresma, cuyo inicio señalaba el próximo cambio de estación.

En Villanueva de la Vera, el hilo conductor de todos estos elementos paganos del carnaval ha sido y es el Peropalo, en cuyo ajusticiamiento y muerte ritual todavía participa todo el pueblo, que entiende así el sentido actual de la fiesta como una expresión colectiva de la identidad común partocha (villanovense).

El muñeco lo hacen los “peropaleros”, un conjunto de personas que forman el grupo de iniciados que velan por el muñeco y que, además de dirigir las ceremonias, se encargan de tocar el tambor, el principal instrumento del festejo peropalero. Al muñeco se le hace, tradicionalmente, en un lugar secreto entre redobles de tambor y recitados de coplas misteriosas. El traje es negro, de una pieza; como contraste, se le coloca un pañuelo blanco, de pico, que le cubre parte de la espalda y del pecho; se le remata, por la parte superior, con un sombrero de paño negro y, por la inferior, con unas botas del mismo color. Se le da volumen al rellenarlo de paja. Lleva una mano doblada, que guarda en la faja negra que le ciñe la cintura; la otra caída y un tanto separada del cuerpo. Un fuerte palo, colocado por la entrepierna, permite levantarlo y trasladarlo de forma visible para multitud.

La Fiesta
Al amanecer del domingo, una comitiva lo lleva hasta una esquina de la plaza del pueblo, lugar en el que, en la tarde del sábado, se ha colocado “la aguja”, una especie de escalera colocada verticalmente. En esos momentos matutinos unos acompañantes simulan llorar y otros manifiestan su alegría por el prendimiento del protagonista.

Antes de colocarlo en un soporte instalado para el efecto, se le hace una ceremonia, conocida como “judiá”, que consiste en inclinarlo hacia el suelo, en medio de la plaza, mientras que varios grupos de personas se entrecruzan chocando unos contra otros. Luego, tras dar varias vueltas a la aguja, entre gritos estentóreos de ls acompañantes, se le coloca mirando hacia la plaza. Este rito se hará cada tres horas, después de un paseo por las calles de la villa, hasta el martes y siempre se termina con el baile de la jota al son de los tambore.

Alrededor de las seis de la tarde se le recoge en casa del peropalero mayor para, a la mañana siguiente, colocarlo de nuevo en la aguja, aunque colocándolo en una dirección diferente cada día, de modo que el martes, en vez de mostrar la cara enseñará, a quien le mire desde la plaza, la espalda.

El ritual llega a su cima el martes. Por la mañana se simula, en el interior del ayuntamiento, un juicio en el que se le condena siempre por delitos relacionados con el sexo y, luego, un joven, vestido de forma grotesca y montado sobre un burro, con un cartel en la espalda en el que se puede leer la condena, pasea la sentencia por las calles del pueblo rodeado de una multitud ruidosa que canta diversas canciones. Delante del jumento, la multitud se divierte, con una larga soga, jugando a envolverse unos a otros.

Por otra parte, casi simultáneamente, se procede a la entrega de la bandera al Capitán (en otros festejos se le denomina mayordomo) de la fiesta y unas alabardas a los miembros varones de un grupo de acompañantes. La bandera es blanca y en el centro tiene, en rosa, una media luna con rostro antropomórfico. La comitiva, bellamente ataviados todos, da una vuelta por las calles del pueblo para acabar colocando la bandera en el balcón del domicilio del Capitán, el cual invita a dulces y bebidas a los acompañantes y a quienes se acercan por su calle.

A las tres de la tarde sale la comitiva de los calabaceros, personajes vestidos de forma estrafalaria que llevan un grueso palo del que penden numerosas calabazas de agua. Se dirigen hacia una zona de la plaza en la que se ha instalado una mesa petitoria; van precedidos de tres autoridades municipales. Mientras los ediles se colocan tras la mesa para recibir las ofrendas, los calabaceros se sitúan en unos bancos formando un pasillo por el que pasan obligatoriamente los oferentes, la mayoría de los cuales, sobre todo los varones, reciben fuertes golpes con las calabazas.

Poco después, desde la casa del Capitán, sale el “Paseo”, una larga comitiva de hombres y, especialmente mujeres; todos van bellamente engalanados con trajes regionales destacando la policromía de los diferentes mantones que llevan las mujeres. Esta procesión la encabeza el Capitán con la bandera del festejo y la Capitana, con una gruesa zarza en la mano; de ella cuelga un llamativo chorizo que representa los atributos varoniles del protagonista pues su nombre, de procedencia griega, significa “el privado de falo”. La larga comitiva da varias vueltas por las calles del pueblo cantando coplas relacionadas unas con el Peropalo, que algunos llaman coplas peropaleras, y otras de carácter tradicional; se acaba la procesión en la plaza, donde, al lado del lugar en que están los calabaceros, se hace un gran círculo, cerrqado por los alabarderos, para proceder a la “jura de bandera”.

Esta ceremonia consiste en una exhibición de la habilidad de los varones en el manejo de la bandera. Después de haber ofrecido una cantidad de dinero, pasan por encima de la cabeza de los que están en el círculo la bandera y luego hacen diversos movimientos con ella, siendo, al acabar, levantados jubilosamente por sus amigos y familiares. La ceremonia se repite una y otra vez mientras haya oferentes. En último lugar lo hace el que haya sido escogido para ser el Capitán del festejo del año siguiente.

Hacia las seis de la tarde se pone fin al ritual con la muerte del Peropalo. Al muñeco se le sustituye por otro, decapitado, con diferente ropaje y, en unas angarillas, se le conduce a la plaza para quemarlo; un grupo de plañideras lo acompañan lamentando su muerte y aludiendo a los favores sexuales recibidos. En el centro de la plaza, se le descuartiza y se le mantea, al tiempo que se disparan diversas cargas de escopetería sobre él; luego, los restos se queman. La actitud de los vecinos es muy diferentes, mientras unas personas se unen al grupo de plañideras, la mayoría pide su muerte. Los restos del muñeco se queman y el festejo finaliza al distribuirse por la plaza las cenizas del protagonista.

Origen
Como la fiesta es de carácter tradicional no se conocen sus orígenes y hay diversas interpretaciones sobre su significado. Unas quieren explicar el festejo a partir de algún posible hecho histórico; en unos casos lo hacen girar en torno a un bandido que, por violar a las mujeres, es ajusticiado por los hombres del pueblo, o un traidor que es condenado en un proceso que parodia los de la Inquisición. En cambio, quienes lo analizan desde la Antropología, lo explican como una conjunción de rituales paganos, de carácter invernal, en los que se intentaba, por la creencia en la fuerzas mágicas, hacer renacer la naturaleza aletargada durante el frío invierno; por su importancia para la colectividad, estas fiestas invernales se perpetuarían a lo largo de los siglos y, cuando el cristianismo quiere desterrarlos se fusionan en uno solo ritual, como ocurre en todo el carnaval europeo.

Naturalmente, con el paso del tiempo ha cambiado de significación y, ya con la cultura cristiana pudo ser el símbolo del paganismo y de lo carnal que debía ser destruido antes de empezar la cuaresma. Posiblemente, a partir del final del siglo XV, en tiempos de los Reyes Católicos, se le da un carácter antijudaico. Esto es lo que se advierte en la mayoría de las coplas que se cantan en la fiesta en la actualidad, aunque desprovistas de la virulencia que debieron tener en su tiempo. En una copla se dice “el Peropalo de hogaño –lo queremos pa quemarle- que es un Judas que hacemos- pa afrenta de su linaje”. De esta forma el Peropalo adquirió una significación parecida a la que tienen los festejos que se organizan en muchas localidades españolas en torno a unos muñecos que se plantan o cuelgan, generalmente, durante la semana santa, y se les conoce a estos rituales como “la quema del Judas”.

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Autodeterminación

El derecho de libre determinación de los pueblos o derecho de autodeterminación:es el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad.

La libre determinación está recogida en algunos de los documentos internacionales más importantes, como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.

También numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU hacen referencia a este principio y lo desarrollan: por ejemplo, las resoluciones 1514 (XV), 1541 (XV) ó 2625 (XXV).

Es un principio fundamental del Derecho internacional público y un derecho de los pueblos, que tiene carácter inalienable y genera obligaciones para los Estados. Incluso, de acuerdo con muchos autores, la libre determinación ha devenido norma de ius cogens.