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kloi (19K) Las Encamisas de Torrejoncillo

"Es cierta estratagema de los que de noche han de acometer a sus enemigos y tomarlos de rebato, que sobre las armas se ponen camisas, porque con la escuridad de la noche no se confundan con los contrarios. Y de aquí vino llamar encamisada la fiesta que se hace de noche con hachas en señal de regocijo".

Trátase de singular costumbre: La noche del 7 de Diciembre, centenares de jinetes ensabanados, como tropa morisca de flotantes alquiceles, acercase a la puerta de la iglesia de donde recibe, el que los capitanea, de manos de la Presidenta de las Hijas de María, el estandarte de la Inmaculada. Devuélvelo después a aquella en la Plaza, donde forma la extraña cabalgata, a la que alumbran en su camino multitud de hachas. Se disparan armas, se tiran cohetes, se dirigen coplas a la Virgen con incesantes vivas y la agitación se hace general en el pueblo.

Origenes
Se desconoce de qué hecho concreto proviene ni desde cuando viene celebrándose en Torrejoncillo la fiesta de "La Encamisá". La respuesta más probable, al preguntar en el pueblo sobre el tema, será: "dicen que viene de la batalla de Pavía, cuando unos torrejoncillanos se disfrazaron con camisas entre la nieve...". Aunque, personalmente, no considero que sea la versión mas acertada, tampoco es tan disparatada si nos adentramos en la historia y comprobamos que fueron varias las encamisadas en aquella campaña de Italia.

Otras opiniones se remontan más atrás en el tiempo y piensan que la Encamisá proviene de un hecho de la Reconquista, donde también hay constancia de su realización, bien por parte cristiana o mora. ¿Por qué no un origen árabe?. Otros piensan que sus raíces están en las guerras de Flandes, con milagro de por medio, y hay quienes le atribuyen una fecha mucho más cercana, durante las guerras carlistas.

¿Qué era una encamisada? Mucho mejor que yo pueda hacerlo ahora ya lo dijo Sebastián de Covarrubias, capellán del rey Felipe II, en 1.611, en el diccionario "Tesoro de la lengua castellana o española", cuando escribía:

"Es cierta estratagema de los que de noche han de acometer a sus enemigos y tomarlos de rebato, que sobre las armas se ponen camisas, porque con la escuridad de la noche no se confundan con los contrarios. Y de aquí vino llamar encamisada la fiesta que se hace de noche con hachas en señal de regocijo". Por esta definición y otras similares puede comprobarse su origen bélico y el motivo de realizarse, que era la celebración de la victoria, emulando la estratagema que había conducido a ella.

¿Y que tienen que ver estas encamisadas con La Encamisá de Torrejoncillo? Cualquiera que la analice detenidamente verá bastantes de las características citadas en la definición de Covarrubias. ¿Qué ha pasado, entonces, para llegar a ser lo que hoy es La Encamisá? Pues, en mi modesta opinión, que el matiz bélico se ha transformado a lo largo de los tiempos en religioso. Digamos que, como otras fiestas, se ha cristianizado, y, en lugar de presidir la fiesta o procesión el estandarte del capitán victorioso, hoy lo hace la insignia de la capitana considerada más victoriosa en el mundo cristiano: la Inmaculada Concepción. Este cambio es, a mi juicio, fundamental en el devenir y mantenimiento de esta fiesta, por ser todos nosotros conocedores de cómo los humanos nos cansamos de los hombres y de sus gestas, por muy importantes que sean, lo que no ocurre en Torrejoncillo con "su" Inmaculada.

La Fiesta
Ya desde el anochecer se percibe entre el vecindario la tensión y el ansia de que llegue momento tan deseado. Las gentes se apresuran. Se preparan las escopetas y los cartuchos de salva. Una multitud de jinetes cubiertos con una sábana se dirige a casa del mayordomo a recoger el farol. Las campanas anuncian el tiempo que falta. Los jinetes ensabanados emprenden juntos el camino hacia la Plaza Mayor, ya abarrotada, y, al entrar en ella unos minutos antes del comienzo, un estruendo de pólvora sube al cielo desde los centenares de escopetas, cuyos usuarios, como los jinetes y la multitud, esperan la salida del estandarte.

Las diez de la noche. Es la hora. No se cesa de vitorear a la Virgen. Es el momento en que aparece el estandarte en la puerta de la iglesia y cuando un pueblo entero vibra de emoción lanzando vivas a María y llamándola purísima, inmaculada, patrona, intercesora... Grita el alma, no la boca. El estandarte pasa a duras penas entre cientos de personas que intentan tocarlo. Apenas avanza. La plaza es un estruendo. Disparos y disparos, repetidas veces al unísono y durante largo rato. Se intensifica incluso el clamor y la pólvora cuando el mayordomo consigue recibir el estandarte y presentarlo y ofrecerlo al pueblo. No es momento de palabras. Algunos no lo comprenderán.

Desde ese instante comienza una procesión, que dura aproximadamente dos horas y media, por el recorrido irregular y tortuoso que ofrecen las originales calles de esta localidad.

Va delante el mayordomo portando y ofreciendo el estandarte a las gentes que, ansiosas, esperan a la puerta de sus casas, en balcones o ventanas, para lanzarle sus vivas. Tanto el mayordomo como sus dos acompañantes a la cabeza de la procesión llevan preciosas sábanas con la imagen de la Purísima bordada en sus espaldas. Les siguen dos centenares, más o menos, de jinetes ensabanados levantando el farol. El vecindario acompaña a la procesión, o la espera, o se adelanta a ella para volver a contemplar el paso de la comitiva. Y siempre con el mismo fondo de vivas, disparos, cohetes, canciones y fuegos de artificio, se llega al final, de nuevo en la Plaza Mayor, cuando el estandarte vuelve a la iglesia en medio del mismo clamor y sentimiento y se repiten idénticas escenas que a la salida.

Grandioso espectáculo en el que se está inmerso. Espectáculo repetido y siempre nuevo, cuyos protagonistas es la vida quien se encarga de renovar: procesión nocturna a caballo, jinetes ensabanados portando un farol encendido, sábanas blancas en contraste con la nocturnidad, infinidad de manos que se extienden continuamente hacia un estandarte, recorrido original y pintoresco, niebla, niebla de humo, cánticos con una sola tonada, derroche de entusiasmo... y algunas lágrimas.

Por eso está declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional. Turismo que ha favorecido, sin duda, la difusión exterior de la fiesta, y que ha provocado estudios, en su mayoría, positivos y otros no tanto por el motivo de que sus autores no han visto más que por los ojos. Es evidente que se equivocan quienes hoy, en los tiempos que corren, sólo quieren destacar el matiz religioso de La Encamisá. Pero más se equivocan los que, de forma directa o indirecta y solapada, sólo desean mostrar el lado profano que cada fiesta, y ésta por supuesto, acarrea.

Son muchos los factores que mueven a los torrejoncillanos a mantener y representar año tras año La Encamisá. Para ellos no sólo es espectáculo, es también sentimiento. Los torrejoncillanos "viven" La Encamisá: recuerdan diferentes momentos, agradables o duros, de ese año o de su vida, añoran de forma constante la ausencia de seres queridos, llevan consigo como nunca a aquellos que se fueron para siempre..., y se regocijan por sentirse unidos, aunque sólo sea por una sola noche.

Eso es lo que no se ve de La Encamisá, pero ahí está lo que cuesta tanto analizar, o se analiza mal, por ser difícil entender con la razón los caminos del sentimiento. Desde fuera se ve el árbol, pero no puede verse la savia que le da vida, la savia que bebe en las raíces de los antepasados, corre por todo el tronco, y se extiende en las ramas de los hijos.

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Autodeterminación

El derecho de libre determinación de los pueblos o derecho de autodeterminación:es el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad.

La libre determinación está recogida en algunos de los documentos internacionales más importantes, como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.

También numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU hacen referencia a este principio y lo desarrollan: por ejemplo, las resoluciones 1514 (XV), 1541 (XV) ó 2625 (XXV).

Es un principio fundamental del Derecho internacional público y un derecho de los pueblos, que tiene carácter inalienable y genera obligaciones para los Estados. Incluso, de acuerdo con muchos autores, la libre determinación ha devenido norma de ius cogens.