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kloi (19K) Guerra civil en Badajoz

“Usted me pide que le relate mis recuerdos sobre lo ocurrido en Badajoz el día que fue tomado por las tropas de Franco, con lo que de nuevo se abrirá en mi corazón una herida, que si bien nunca estuvo cerrada, al menos el tiempo ha conseguido atenuar en su dolor".

La ciudad de Badajoz tenía, en agosto de 1936, 40.000 habitantes y estaba defendida por tres o cuatro mil hombres. Unos tres mil milicianos sin preparación militar y de entusiasmo desigual y 500 soldados que tenían que hacer frente a dos columnas de mil quinientos hombres cada una, al mando del teniente coronel Yagüe. El armamento de los atacantes y su organización eran infinitamente superiores a todo lo que podía ofrecer para su defensa la ciudad de Badajoz. Además, la aviación alemana e italiana acudieron en auxilio de Yagüe (parece ser que los Ju-52 despegaron de aeródromos portugueses y también que algunas tropas de Yagüe se infiltraron por la raya de Portugal para sorprender a los republicanos por la espalda).

EL día 11 de agosto, la columna de Tella se apoderó de Mérida, cortando el ferrocarril y la carretera de Madrid-Badajoz, lazo de unión de esta última con el resto de España.

Entonces Yagüe tomó las columnas de Castejón y de Asensio -cada columna se componía de una Bandera del Tercio (800 hombres); un Tabor de regulares (600 hombres); una o dos baterías; fuerzas de ingenieros y servicios complementarios; cada columna llevaba detrás pelotones de requetés, falangistas o simplemente voluntarios de derechas que actuaban como policía política en el terreno conquistado- y se dirigió hacia la capital extremeña, donde llegó el 13 de agosto.

Pero el día 12 la ciudad fue bombardeada por los aires y empezaron las deserciones en masa. El día 13 Badajoz estaba sin luz eléctrica y rodeada de enemigos por todas partes. Sólo conservaba sus murallas del siglo XVIII, defendidas por grupos de milicianos y de soldados.

Por la tarde del día 13, Castejón lanzó a sus hombres contra las murallas de la ciudad. Se combatió en varios sectores: Puerta del Pilar, Fuerte de la Pardalara, Puerta de la Trinidad, por donde atacó Asensio, y Cuartel de Menacho. El comandante Alonso y los milicianos rechazaron con fuego de ametralladoras el primer asalto. La guardia civil de Badajoz aprovechó la confusión del combate para sublevarse por la espalda. Los tiroteos internos no cesaron en toda la noche.

Al amanecer del día 14, la artillería rebelde abrió fuego contra las murallas de Badajoz. Este intenso bombardeo duró varias horas y destrozó las murallas y las viviendas de los alrededores. Álvarez del Vayo asegura que el armamento venía directamente de Portugal en camiones.

Por la tarde recomenzó el asalto por las brechas que había abierto la artillería. Las tanquetas de la columna de Asensio forzaron la Puerta de la Trinidad, derruida por los impactos, y los legionarios se lanzaron de nuevo al asalto; el fuego de las ametralladoras volvió a parar de nuevo sus grandes impulsos y a ocasionarles numerosas bajas. A pesar de las grandes pérdidas -127 en el primer momento-, los legionarios de la 16 compañía echaron pie en la ciudad y establecieron los primeros escalones para su conquista.

A las cuatro de la tarde, los rebeldes dominaban ya gran parte de la ciudad, pero la lucha callejera continuaba, y continuará hasta el anochecer. En la catedral se refugiaron cincuenta milicianos y pelearon hasta quedarse sin municiones; luego fueron capturados y ejecutados ante el altar mayor -pese a que se ha dicho que se suicidaron, la verdad es que fueron ejecutados a los pies del altar mayor por los legionarios.

El teniente coronel Yagüe pudo liberar a 380 prisioneros políticos de derechas, que se encontraban en la cárcel sanos y salvos. Los fascistas han tenido siempre la fea y cobarde costumbre de negar la existencia de sus crímenes. Con la caída de Badajoz se cometió una matanza feroz que, a pesar de haber sido reconocida por su promotor el teniente coronel Yagüe, ha sido siempre considerada como inexistente y como mera propaganda republicana.

Sin embargo, hubo dos matanzas en Badajoz de gente humilde y nada ha podido justificar este horrendo crimen. Las matanzas de Badajoz parecen ser las más caprichosas y sanguinarias que se hayan perpetrado en la guerra. El 14 de agosto de 1936, los hombres del teniente coronel Yagüe se apoderaron por la fuerza de Badajoz y, horas más tarde, el último foco de resistencia de la catedral cayó en poder de los legionarios.

Inmediatamente después sucedió la primera matanza. Los moros, sueltos como perros rabiosos y armados hasta los dientes, cayeron sobre la ciudad martirizada y asesinaron alevosamente a todo aquel que se aventuraba a salir a la calle. Cayó mucha gente inocente, mujeres indefensas, hombres que no habían combatido, niños y ancianos. Hubo quien murió acuchillado simplemente por llevar un reloj o una cadena de oro que despertaba la codicia de los mercenarios moros al servicio del fascismo español. En Badajoz se vieron cadáveres con cuchillos clavados hasta la empuñadura. Las cifras que puedan avanzarse pecan desde su origen, ya que nunca se han hecho estadísticas de los muertos de Badajoz. No obstante, se ha hablado de un millar de muertos en la primera jornada. Y este crimen lo hicieron los moros y los legionarios.

Hubo también un grupo de oficiales rebeldes que entraron en Portugal -en la ciudad de Elvas y sus inmediaciones- a buscar refugiados para llevárselos a las trágicas arenas de la Plaza de Toros de Badajoz, donde pensaban dar un festival de sangre como no se había visto nunca en el mundo. Entre los refugiados capturados había también numerosos civiles que no habían participado en los combates por edad o temperamento y heridos que serían fusilados en la ignominiosa ceremonia de la Plaza de Toros.

Las tropas victoriosas amontonaron a los prisioneros y, sin establecer responsabilidades o buscar a los culpables, los ejecutaron. Sacaban a las víctimas por la puerta de caballos y los dejaban en el ruedo sin defensas. Las ametralladoras habían sido fijadas en las contrabarreras del toril. Para este espectáculo hubo entradas e invitaciones, a él acudieron señoritos de Andalucía y de Extremadura, terratenientes sedientos de venganza y falangistas de reciente camisa; también acudieron mujeres. Allí fueron sacrificados milicianos, soldados, hombres de izquierda, campesinos sin partido, jornaleros, pastores y sospechosos. Las arenas quedaron rojas y húmedas de sangre. De nuevo podrían citarse varias cifras, aunque siempre pecarían por los mismos motivos que ya hemos citado más arriba. El periodista norteamericano Jay Allen, que entró en Badajoz poco después, dijo que hubo 1.800 ejecuciones en las primeras doce horas y oyó decir a oficiales rebeldes que había habido 4.000 ejecuciones en total.

De todos modos, importan menos las cifras que lo que simbolizan. Doscientos o cuatro mil, ¿qué importa? -ha pasado tanto tiempo-; lo que realmente cuenta es el hecho de matar colectivamente a gente indefensa. Este hecho no pierde su trágico contenido porque la cifra sea más o menos reducida. Por primera vez en la historia de España, un ejército mandado por oficiales y jefes españoles entraba en una ciudad española y cometía una carnicería monstruosa, castrando cadáveres, apuñalando heridos y mujeres, ametrallando a gente indefensa en las arenas de la Plaza de Toros. Y todo eso delante de varios periodistas extranjeros, que entraron en la ciudad poco después que los moros y los legionarios y que divulgaron amplias noticias de esta hecatombe sin precedentes.

El domingo 16 de agosto, Le Populaire y Le Temps, en primera plana, y Le Figaro y Paris-Soir, en la página tres, anunciaron los sucesos de Badajoz.

«LOS FASCISTAS ASESINAN A LA POBLACION DE BADAJOZ» era el título de Le Populaire, que poseía la información del enviado de la Agencia Havas, y en su comunicado se pueden leer cosas como éstas: «La sangre corre por las aceras. Los legionarios y los moros continúan ejecutando en masa», «Barrios enteros están en llamas y el número de víctimas, mujeres, niños y ancianos es innumerable. En los pueblos de los alrededores las tropas han pasado por las armas a todos los que eran fieles al Gobierno», «Están teniendo lugar ejecuciones en masa», «Los cadáveres cubren el suelo», «En la plaza del Ayuntamiento yacen los partidarios del Gobierno que fueron ejecutados contra el muro de la catedral», «La sangre corre por las aceras. Por todas partes se encuentran charcos coagulados».

El teniente coronel Yagüe, comandante en jefe de las tropas que operaban en el sector de Badajoz, declaraba satisfecho al representante de Le Temps:

«Es una espléndida victoria. Antes de avanzar de nuevo, y ayudados por los falangistas, vamos a acabar de limpiar Extremadura».

El día 17 escribía Henri Danjou para Paris Soir:

«Las fuerzas del Tercio hacían blanco sobre los cadáveres. Había varios centenares, a los cuales se empezaba ya a dar sepultura».

El caso de Mario Neves y del Diario de Lisboa merece renglón aparte.

Mario Neves, como su diario y su Gobierno, era favorable al alzamiento y el periódico estaba sometido a la censura del Gobierno portugués, que participaba activamente en la guerra civil española. El sábado 15 de agosto, Mario Neves escribía:«Escenas de horror y desolación en la ciudad conquistada por los rebeldes», «Acabo de presenciar un espectáculo de desolación y de espanto que no se apagará de mis ojos», «Junto a las paredes de la Comandancia Militar, la calle está salpicada de sangre», «En las arenas se ven algunos cadáveres», «En la nave central (de la catedral) dos cadáveres aguardan todavía la sepultura», «Le preguntamos (a Yagüe) si había muchos prisioneros. Nos responde que sí (...). -Y fusilamientos... decimos nosotros. Parece ser que ha habido dos mil...

El comandante (sic) Yagüe (...), sorprendido con la pregunta, declara:

-No deben ser tantos (...).

Un gran silencio envuelve a toda la ciudad, que acaba de despertarse de una pesadilla tremenda».

El teniente coronel -y más tarde general- Yagüe ha respondido personalmente ante la Historia por lo menos dos veces de la gran responsabilidad que le incumbe. La primera, ya lo hemos visto, fue cuando Mario Neves le preguntó si había habido dos mil ejecuciones y dijo que no creía que fueran tantas. La segunda fue cuando el periodista John T. Whitaker, alarmado por lo que le contaba su colega y amigo Jay Allen, se presentó ante Yagüe y le preguntó si era verdad que habían sido asesinados varios miles de personas. Y el teniente coronel Yagüe respondió sonriendo:

«Naturalmente que los hemos matado. ¿Qué suponía usted? ¿Iba a llevar 4.000 prisioneros rojos con mi columna, teniendo que avanzar contra reloj? ¿0 iba a dejarlos en mi retaguardia para que Badajoz fuera rojo otra vez?»

La declaración de Yagüe es perfectamente válida. Las tropas rebeldes se movían en un territorio donde no gozaban de simpatías, y si querían moverse con seguridad tenían que cometer genocidios periódicamente.

Pero confesar públicamente estas matanzas, siendo como él era el militar al mando de la tropa y el responsable de las operaciones, es también confesar su propia responsabilidad. Siento estar en desacuerdo con Zugazagoitia, máxime a propósito de Juan Yagüe, que fue el militar más prestigioso y el que más hondamente sintió la tragedia española de todos los alzados: pero si no era Yagüe, entonces ¿quién era? Resulta muy difícil creer que los guardias civiles se hicieron dueños de la Plaza de Toros y asesinaron a tanta gente sin contar con la aprobación del teniente coronel Yagüe.

Es más fácil repetir con Luis Quintanilla, y con el mismo Yagüe, que las matanzas de Badajoz tienen un responsable y que ese responsable se llama Juan Yagüe.

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Autodeterminación

El derecho de libre determinación de los pueblos o derecho de autodeterminación:es el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad.

La libre determinación está recogida en algunos de los documentos internacionales más importantes, como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.

También numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU hacen referencia a este principio y lo desarrollan: por ejemplo, las resoluciones 1514 (XV), 1541 (XV) ó 2625 (XXV).

Es un principio fundamental del Derecho internacional público y un derecho de los pueblos, que tiene carácter inalienable y genera obligaciones para los Estados. Incluso, de acuerdo con muchos autores, la libre determinación ha devenido norma de ius cogens.